anterior
siguiente
Sur-Realidades
por Fobio
El campo de la tecnología
 
 

El viejo le entregó el estuche abierto a su nieto y, sin mediar palabra, fue hacia su caballo. Aflojó la hebilla para abrir una de las alforjas laderas, de donde sacó un aparato chato, rectangular y metálico, semejante en tamaño al de un libro mediano.

—¿Se puede saber pa’ qué sirve tuito eso, tata?  —Preguntó Aparicio totalmente desconcertado y sin poder aguantarse más, llegando a considerar ahora, por un instante, que su progenitor hubiese perdido la chaveta.
—Esto,  m’hijo, nos va a servir pa’ librarnos d’esas vizcachas sotretas.
—¿¡Eso...!? Pero..., ¿usté ‘ta siguro, tata? ¿No será que me le han vendido algún buzón?
—Mire Aparicio, no sea desconfiao ‘e su padre, si yo le digo que la chancha es negra, es porque tengo el pelo en la mano... A ver gurí, —dijo entonces, dirigiéndose a su nieto, a quien muy rara vez llamaba por su nombre, que hasta le parecía profano pronunciar—. ¿Ya prendió el GPS?

El muchacho asintió con el rostro iluminado por la tenue luz azulada que emanaba del aparatito. Entonces Nicomedes abrió y encendió su cajita metalizada, plantándose erguido a un costado. Su nieto fue a pararse con las piernas separadas sobre la vizcachera más cercana. El viejo levantó la vista hacia él y le pidió:

—Déle muchacho, despacito..., latitú y longitú...
—Treinticuatro grados, trecece minutos, veintisiete segundos ‘e latitú sur y cincuentinueve grados, veintiseis minutos, cuarentidós segundos ‘e longitú oeste, aguelo.
—‘Ta gueno... —Respondió éste por lo bajo, mientras tecleaba cuidadosamente los valores en su maquinita. A continuación, el joven dio unos pasos hasta el próximo agujero.
—Ahura, déme la letura d’ese... —le pidió Nicomedes.

De esa manera, muy rápidamente fueron reconociendo, uno por uno, aproximadamente una docena de hoyos sobre ese sector del terreno. Aparicio los observaba inmóvil, con los ojos abiertos como el dos de oros. Estupefacto, miraba como el viejo gaucho sostenía con el brazo y la mano izquierda el artefacto, mientras que con la derecha, ingresaba los datos que recibía de Jackson en un pequeño teclado en la base de la pantallita luminosa y colorida. Pero al final, pudo más su tremenda curiosidad, y sobreponiéndose con un esfuerzo a su desconcierto, pidió por favor que le explicaran que era lo que estaban haciendo, o si, como creía posible, todo aquello era una buena tomadura de pelo.

—Noo, que va... —Le dijo su padre muy serio cuando hubieron terminado la tarea—. Esto es lo más adelantao que hay pa’ luchar contra la vizcacha. Mire, lo que tiene allá el gurí, es un GPS...

 
  menu 70