Lo que no sé es porqué
todos quieren cazar
al último Unicornio.
Unicornio, al que todos llaman Nube.
II
¿En qué nos equivocamos?
Pregunta un señor de expresión atómica
y sombrero de copa,
ligeramente entristecido;
mientras se hurga con un palillo
de madera del Amazonas,
entre la dentadura marfílea
que cogió prestada
a no sé qué elefante blanco
que miraba hacia no sé dónde.
Y se relame para eliminar
los últimos restos
de sangre de Nube.
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III
Sobre el río de Heráclito
flotan todos sus muertos
y los nuestros.
La última esperanza
es un terremoto de ceniza,
un cenicero como el mundo.
¿Queda algún ave Fénix por aquí?
Para agarrarnos
a su corazón
clavado, ardiente.
El fuego hará del fracaso, triunfo
con una cuna de cerillas.
Como un recipiente lleno de intentos luminosos. |