¿QUIENES SOMOS REALMENTE?
Todos los días vamos a trabajar, a hacer compras, salimos de paseo y nos cruzamos con personas de todo tipo, personas normales que tratan de llevar una vida normal. Pero ¿somos siempre así? ¿Hay circunstancias que pueden alterar nuestra habitual forma de ser?
La historia parece decir que si.
Cuando terminó la segunda guerra mundial se llevó a juicio a los criminales de guerra nazis y tanto los principales jerarcas del partido como los oficiales de menor rango basaban su defensa en la ya muy conocida excusa de "yo sólo cumplía órdenes".
Whitney Harris, fiscal que participó en dichos procesos, declaró en una entrevista en 2005, que Rudolph Hoss derivó su responsabilidad de convertir un campo de concentración en campo de exterminio en el líder de las SS, Heinrich Himmler. Harris interrogó personalmente a Hoss y manifestó: "No había nada en él que sugiriera que fuera un asesino monstruoso, parecía un tipo absolutamente normal". Hoss estuvo a cargo del campo de Auschwitz.
A muchos se los podría considerar monstruos las 24 horas, sin embargo a otros los podríamos tratar en su vida cotidiana y nunca nos imaginaríamos que serían capaces de cometer atrocidad alguna. Es habitual que en países con gobiernos totalitarios se cometan violaciones de los derechos humanos y éstos sean llevados a cabo–en muchos casos– por personas que en circunstancias normales no serían capaces de hacerlo. Ante estos hechos siempre se consideró culpables tanto a los que daban las órdenes como a quienes las cumplían.
Hay quienes sostienen que todos tenemos un lado oscuro en nuestra personalidad que puede salir a la superficie en determinadas situaciones.
¿Podría una persona común y corriente torturar y asesinar a otros sólo por obedecer órdenes o se trataría de un perturbado? Cualquiera de nosotros responderíamos con un rotundo "NO" a la primera parte de la pregunta. Un psicólogo llamado Stanley Milgram de la Universidad de Yale diseñó una serie de experimentos de psicología social para determinar si un participante obedecería las órdenes de una autoridad aunque éstas entrasen en conflicto con su buena conciencia.
El primer sorprendido por los resultados fue el propio Milgram. La autoridad ordena al participante que aplique descargas eléctricas dolorosas a otro participante, el cual es un actor que simula recibirlas. Muchos siguieron dando descargas a pesar de las súplicas del actor para que no lo hiciese.