Tal como una cosa desencadena en otra... Él intentó besarme y me acariciaba el cabello. Sin embargo sus ojos tenían un extraño brillo, algo que lejos de seducirme, me provocaba coraje. Me hacía la disimulada para no responder a sus besos. Era algo instintivo, sentía un gran rechazo. Imagino que él sabía por qué y no me insistía.
Pero sí en seguirme tocando. En esos momentos una lluvia de especulaciones me surgían. Me planteaba la situación: si le digo que no, será peor porque provocaré otra vez una pelea. Mejor me dejo, para que todo se termine rápido y así estará más contento y nada malo sucederá. Cerrando mis ojos me dejaba tocar, pero me negaba en silencio, sin decir palabra, tan solo con mis movimientos, que no me besara. Era inexplicable porque era como un repelente, y esa situación me resultaba por demás desagradable y confusa. Más él continuaba a lo suyo, seguía en “su” momento romántico.
Para mí, tan solo era corresponder como esposa, pidiéndole a Dios que todo pasara rápido, que de una vez saciara su instinto sexual. Sus manos me acariciaban, pero eran como lijas para mí, su boca me era insoportable. En el momento de intimidad, sentía que me asfixiaba y no podía soportarlo. Creo, que me sentía tan desesperada que hasta lloré mientras él consumaba su acto..., más no se percató del por qué, lo interpretó como algo normal y solo me decía que todo iba a estar bien, repitiéndome tantas veces que al final pasó el tiempo.
No asimilaba cómo podía ser, que ese hombre que me insultaba, al mismo tiempo me quería convencer que me quería. Nada de lo que hacía me llegaba al corazón, nada me satisfacía. Solo tenía claro que era su mujer y debía dejarme hacer a su antojo para que todo funcionara. Sí, dicen que los hombres son sexuales y las mujeres sentimentales... Me seguía repitiendo, mientras todo eso sucedía, mis lágrimas seguían derramándose entre razonamiento y razonamiento... ¿Por qué debía ser todo así? Yo no gozaba nada, al contrario era todo asfixiante y lleno de coraje. Preguntas y más preguntas.
“Ahora sí, ¿verdad? ...Ya pasaste, me humillaste... ¿Y ahora quieres estar conmigo?”
Pero todo yo era silencio. Nada de reclamos.
“¡Ahora ya te pasó la locura y sin más me tomas como una muñeca de trapo! Pero ándale sacia tu instinto sexual para poder irme a dormir y dejar de pensar”. El momento que estaba viviendo, se me hacía eterno.
Al fin de terminada toda “la pasión y demás”, llegaba mi momento de alivio y en mi interior le daba gracias por dejarme tranquila para poder descansar. Pretender que no pasaba nada para seguir con la rutina, no fue tarea fácil.