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Primopep
 
 

—¿Cómo el continente?
—Sí, ¿no te gusta?
—Creo que es un nombre muy grande —dije.

En aquel momento entró el maestro y se puso a dar la lección. Bueno, aquel primer día se dedicó a indicarnos en qué iba a consistir la asignatura y esas cosas. Para ser sincero, no le presté mucha atención. Mi interés lo copaba aquella chica tan continental.

—¿Y tú —me susurró aquel angelito de pelo corto—, cómo te llamas?
—Miguel —le contesté.
—Vaya, como mi gato —dijo.

Y en aquel momento, os juro que deseé ser un gato, en lugar de un chico tímido que no se atrevía a decir nada más. Os aseguro que el hueco que había entre nuestras mesas, me parecía el Estrecho de Gibraltar.

Las chicas guapas siempre me dieron miedo, y aún hoy me lo siguen dando. No lo puedo evitar. Me hacen sentir como aquel chaval de veinte años sentado en un pupitre, viendo salir el arco iris de dentro de un estuche.

El profesor siguió hablando y hablado, hasta que tocó el timbre. Y mientras hablaba, yo me quedé pensando en leones y selvas y safaris y elefantes de muchos colores.

Y en África.

Y vosotros diréis: ¿para qué nos cuentas todo esto? No sé, me apetecía decíroslo.

 

FIN

 
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