La gran sala dispuesta en el ático del hotel albergaba a cientos de personas que charlaban y reían animadamente. En el centro una mesa alargada contenía bebidas, suculentos manjares de todo tipo y una estatua de hielo en forma de ángel.
Absorbida por la música y el encanto del lugar tardó un instante en darse cuenta de que se encontraba sola. Había perdido de vista a sus dos compañeras, pero no se sintió alarmada, simplemente pensó que no debían andar muy lejos, así que empezó a caminar entre la multitud en su busca. Tras unos cuantos pasos notó que alguien la cogía del brazo por detrás deteniendo su avance. Se volvió extrañada para toparse de frente con un individuo que le sacaba una cabeza, vestía con el típico atuendo masculino de la época renacentista todo de negro y con el rostro cubierto de nariz para arriba por una máscara blanca sencilla. Su pelo era lacio y le caía hasta los hombros en una melena clara enmarcando su cara.
—Estás en peligro —Dijo con voz seria y grave.
Lo miró extrañada, pero enseguida se rió y lo tomó en broma.
—Es una extraña manera de ligar la tuya —Soltó burlona antes de volverse para continuar, pero no la dejó avanzar.
—No estoy de broma chica —La acercó presionando su brazo.
La seriedad del extraño empezó a alarmarla.
—Suéltame, me haces daño —Se quejó y forcejeó para liberarse.
—Estate quieta, llevan un rato observándote —Le habló a su oído—. Te han separado de tus compañeras para que te quedaras sola.
Quedó paralizada sin saber qué hacer y cuando volvió en sí estaba siendo tirada del brazo por aquel desconocido entre un montón de gente que seguía bailando y divirtiéndose a su paso. Empezaba a sentirse mareada por tanto colorín y no pudo respirar hasta que atravesaron una puerta que daba a unas escaleras.
Sin soltarle el brazo ni mirarla a la cara su guía continuó tirando de ella descendiendo apresuradamente. Cuando ya llevaban dos plantas, volvió a resistirse deteniendo su avance y haciendo que se volviera para mirarla con expresión seria y casi podría decirse que molesta a pesar de la máscara.
—¡Para de una vez! —Exclamó alterada y resollando—. Tengo que volver con mis amigas. ¿Quién nos persigue?
Él miró a lo alto y contestó a su última pregunta.
—Ellos…
Siguió su mirada y vislumbró por el hueco de la escalera un grupo de personas también disfrazada, que quietos como estatuas tenían la mirada fija en ellos.
—Pero…
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