UNA DE ESAS COSAS QUE A MÍ SIEMPRE ME PASAN Y LUEGO CUANDO LAS CUENTO NO ME CREE NI DIOS
El otro día vi a Dios.
Estaba yo en la playa de la Victoria paseando por la orilla, cuando de repente vuelvo la vista y lo veo allí sentado sobre la arena, liándose un canutito.
No lo dudé y me acerqué hasta él.
—Tú eres Dios —le dije.
—No, no—, me contestó.
—Sí, sí—, insistí yo—. Tú eres Dios.
—No, no—, repitió él.
Entonces me senté a su lado.
Dios es un tío sencillo que viste con ropa sencilla. No aparenta la edad que tiene. Intentaría describíroslo aquí y ahora, pero no se me da muy bien describir a la gente. Algunas de las personas que afirman que también lo han visto (que las hay), quizá os puedan decir mejor que yo qué aspecto tiene. Yo sólo sé que cuando le miras directamente a los ojos realmente sabes que él es Dios.
—Dios —le dije.
—¿Qué?
—Tengo una pregunta que hacerte.
Él dejó momentáneamente de liar el porrito y me puso cara de: «Jo, otro pesadito con alguna duda existencial».
—Venga, suéltala ya —me dijo.
—¿El qué?
—La pregunta.
—Ah, es verdad… ¿quién te vende la grifa, tío?
Él sonrió.
—¿Tú quién crees?
Me quedé cavilando un instante, y entonces yo solo encontré la respuesta.
—¡Ah! —Exclamé.
Estuvimos allí un buen rato sin que ninguno de los dos dijese nada más. Yo mirando las olas y Dios liando un canuto. Finalmente, él pasó su lengua por el borde del papel de fumar y terminó de prepararse su porro celestial. He visto gente con más práctica, qué queréis que os diga.
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