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Escritores
Taliesin
 
 

Marta Pantiga, una asturiana para quién el arte es parte de su vivir. Ya ha estado con nosotros mostrándonos sus trabajos tanto en lo literario como su maravilloso oficio: Restauradora de antigüedades.
Parte de su vida la dedicó a la música y culminó decantándose por el oficio. Estudió en Barcelona durante doce años. Actualmente reside en Asturias y se desempeña como profesora de restauración.
Con la escritura, también empezó desde muy joven. Hoy Marta escribe para Revistas literarias en internet, Minificciones, Artgerust, además en portales de escritores como qqml. Nos cuenta que en sentido figurado tuve su espacio en Radio Alternativadial, formó parte de Ediciona. También participa en el periódico Diario  de Castilla-La Mancha y escribe en su propio blog. Pero para conocer más acerca de Marta, les dejaremos los enlaces para que visiten su trabajo. Ahora les dejamos con Taliesin...
 

Ronda nocturna

Caminando en la noche, sigo las largas sombras que asoman de las ranuras de la oscuridad, a la luz de las luces de artificio, que alumbran frías las esquinas. Umbrías que se guardan solitarias entre las sombras de las paredes, claroscuros que unifican colores, aunándolos, uniformándolos en escales de grises. A  lo lejos negrura pura sin matices. Arriba, los pequeños puntos de luz de las estrellas lejanas, envueltas en el terciopelo de la oscuridad incólume del negro cielo. Es la noche. Guardiana del silencio, dueña del tiempo de espera. Domina el mundo de la sombra, señora de la vida que vive sin luz delatora. Dulce tiempo nocturno, que a mi antojo celebro, como el rostro más hermoso de la otra cara del mundo.

 El desayuno

Toma café cargado, apenas cortado con un poco de leche, fuma tabaco que ella misma se ha liado; adereza el desayuno con pastillas de colores para la tristeza, para los calambres, para los dolores, la miro y me dice sin venir a cuento: “hay un duende en mi caja de medicamentos”, la sigo mirando y sonrió. La caja  de medicamentos es una caja de zapatos, que hace la función de cajón de una mesita de noche que tampoco existe.

—Ríete, —me dice, mientras se levanta renqueando de la cama—, pero hay una Crisopa dormitando entre el Voltaren y la Morfina, —y añadió al pasar a mi lado—: O sea, un criscris, que como todos los niños buenos sabemos, es un hada.

 
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