Levanté mi mano, tratando de cubrirme los ojos y evitar que me siguiera encandilando. Entonces pude centrarme en los alrededores a ver si lograba distinguir algo, saber si había alguien más conmigo. Estaba muy claro que sola no había llegado allí... ¿O acaso estaba soñando?
Mientras iba enfocando en las zonas fuera del alcance de la luz, escuché ese sonido otra vez. “Rasss”, y tras el ruido, ese tintineo desquiciante. Tuve que esforzarme para lograr hablar, pues sentía que la lengua no respondía a mis designios de moverse con fluidez. Inquirí con una voz temblorosa, casi balbuceando:
—¿Qui... én an...da ahí? ¿qué qui.. e ...re?
Como única respuesta, “rasss” varias veces y el tintineo que lograba descontrolar mis nervios. Me encontraba tumbada en el suelo, eso me hacía sentir indefensa. Apoyándome en mis manos trataba de acomodar mi cuerpo. El dolor era intenso pero no podía quedarme en esa posición y menos con esa insoportable luz dando de lleno en mis ojos. Además de inconveniente, resultaba una tortura.
Tenía muy presente que me estaba arriesgando a provocar una lesión irreversible... en el supuesto caso de que ya no lo hubiera hecho. Pero aún así trataría de sentarme, para tener una mejor forma de poder utilizar mis manos para defenderme llegado el caso. Estaba claro que el sujeto que estaba allí me observaba y no tenía buenas intenciones. Si su deseo era eliminarme, entonces ya no tenía mucho sentido andar con tanto cuidado. Lo tenía decidido, no moriría sin pelear.
Con mi mano izquierda, tanteé el suelo, hasta dar con los sacos de patatas que estaban apilados tras de mí. Como pude, me cogí de la malla de uno de los sacos y arrastré mi cuerpo hacia ellos. Una vez situada ante la pila de sacos, subí mi brazo con gran dificultad, mientras que con mi mano aferrada a la malla me iba izando.
Me ayudaba con la mano derecha en el suelo, siendo ésta el punto de apoyo. Quería sentarme apuntalando mi espalda en ellos. Cuando ya estaba casi sentada, logré ver entre imágenes confusas una sombra que se acercaba a mí con rapidez, en medio de una serie de arrastres y tintineos hasta escucharlos muy cerca. Repentinamente, desde mi costado derecho, me jalaron del cabello (en ese momento lamenté tenerlo largo).
El fuerte tirón me obligó a volver a mi posición original, quedando con la luz en mis ojos, otra vez. Me molestaba profundamente que me tirasen del cabello... me ponía furibunda.