¿Has oído al mar?
Ese suave rumor
que se desliza por tu piel
y tropieza con tu aliento.
Ese silbido lento
que nos hace creer
que hay magia por doquier.
¿Lo has oído?
Surge en determinados momentos
en los que no sopla el viento,
cuando tus sueños bostezan
o cuando tu sentir se despereza.
Yo lo escucho cuando intento
robarle sonrisas a mi sufrimiento,
cuando la soledad me aprisiona
o cuando el alma mía se aloca.
¿Lo has oído?
Se presenta a menudo con aquellos
que aprenden a soñar despiertos;
porque prefiere que lo escuchen
quienes no están emocionalmente huecos.
A menudo se presenta
con quien ansía amores lejanos,
amigos cercanos y siempre
llena sus latidos con imágenes de ensueño.
¿Tú, lo has oído?
Al alba
Amanecí de nuevo entre tus brazos,
cobijada por mis sábanas y sus fuertes lazos.
Con los ojos cerrados a mi presente,
con la piel quebrada, intentando no perderte.
Y me arrullé en el silencio de tus pasos,
en la cálida ausencia de tus manos
soñando despierta con los pétalos de tu boca,
intentando convertir mi fragilidad en pétrea roca.
|
|
Amanecí de nuevo entre tus piernas
desnuda de tu aliento, consciente de mis lagrimosas venas;
cobijando mil sueños con mis heridas manos,
purgando mil ansias sin necesidad de calomelanos.
Y le entregué mis labios a la ausencia de tu boca
y lentamente, amé tu cuerpo, anhelé tu viril bloca
consagrando mi cuerpo y todo mi ser a tu perenne recuerdo,
sucumbiendo una vez más, a este deseo y su pueril resguardo.
Vientos de atardecer
Atardece nuevamente
y en el cielo comparece
ancestral coloso multíplice
opulento, glorioso, silente.
El viento, lo acaricia dulcemente
mientras en mi alma crece
vago recuerdo de nítido vértice
cálido, melancólico, inconsciente.
Guardo silencio, me siento a sus pies
arrulla mi alma con su silencioso abrazo
y me siento una más en el amplio campo de mies.
Levanto la mirada, cubriéndolo con inquebrantable lazo
hogaño, nos separa del mundo hiriente bies
desgranando mis recuerdos con inaudible flechazo.
Buscando en el espejo
Sintiéndome perdida de mí misma,
muda ante un impenetrable abismo,
de mis entrañas gritó una voz: ¡Busca!
|