En la fase final de la vida de muchas estrellas enormes explosiones anuncian su muerte y los núcleos más grandes son formados. Así que los átomos que forman nuestro cuerpo fueron de alguna manera creados fundamentalmente en las estrellas ya desaparecidas: no somos artistas de Hollywood pero si somos “polvo de estrellas”.
Lo importante es comprender la dificultad de reproducir, aún en pequeña escala, las condiciones de plasma que existen en el interior de una estrella. Se han conseguido estas condiciones pero con un coste energético que supera la energía generada, Para superar este inconveniente se ha puesto en marcha el proyecto ITER, que es la apuesta de la ciencia y la tecnología actual para lograr ese objetivo.
El proceso de fusión más simple que se pretende reproducir es el de la imagen:
EL hidrógeno más común (llamado “Protio”, H-1) tiene un núcleo formado simplemente por un protón. A efectos de conseguir este proceso en un reactor es más sencillo hacerlo con dos tipos de hidrógeno menos frecuente: Deuterio (H-2 o D), núcleo con un protón y un neutrón, y Tritio (H-3 o T), núcleo con un protón y dos neutrones.
El proceso se escribe brevemente así:
D + T → He + n
La clave de todo está en el modesto neutrón que sale a toda velocidad como resultado de la creación del núcleo de Helio. Por una parte, este neutrón golpea la pared interna del dispositivo y de igual manera que si lanzamos un objeto contra otro, parte de la energía del primero (neutrón) se trasfiere al segundo (pared). Esta es la forma de “recoger” la energía liberada por la fusión. La pared del dispositivo se calienta por la colisión de esos neutrones y un refrigerante que recorre la pared internamente extrae esa energía para generar vapor a alta temperatura. Este vapor moverá la turbina que hace girar el alternador eléctrico el cual genera la electricidad.