Algo que contar:
Puñado de cenizas
 
 
En el aeropuerto se sintieron abrumados por lo que dejaban atrás y la expectativa por lo que vendría. No pudieron evitar sentirse como huérfanos desprotegidos al comprender que esas dos valijas y sus tres niños pequeños eran todo lo que tenían en el mundo.
Una nueva tierra, nuevas costumbres y gentes, un nuevo idioma y una filosofía de trabajo y vida totalmente distinta a la que estaban acostumbrados, frenaron quizás un poco a Belisario y su familia, pero de ninguna manera los detuvieron. Fueron muchísimas las dificultades y las necesidades, pero no había tiempo para lástimas. Tenían que improvisar sobre la marcha mientras absorbían por cada poro una adaptación permanente a tantos cambios, sin jamás perder el rumbo. Hasta que las cosas por fin empezaron a salir como debían, cuando realmente se les dedica cuerpo y alma, y la familia se mantiene unida contra viento y marea.
Belisario y su señora comprendieron que estaban haciendo realidad un sueño que nunca habrían podido lograr en su propio país: Progresar económicamente y poder hacer estudiar a sus hijos lo que sus vocaciones les dictaran. Pronto lograron comprar su propia casa donde vivieron y siguieron luchando juntos, hasta que el primer pichón se aventuró a volar fuera del nido, a su propio espacio y con un título universitario bajo el brazo. Después, con unos pocos meses de intervalo, siguieron los otros dos, en parecidas satisfactorias circunstancias. Tres hijos, tres profesionales. Algo inédito, nunca visto anteriormente en ambas familias de la dichosa pareja.

Un inesperado salto hacia adelante lo sobresaltó primero, pero esbozando una sonrisa imaginaria, pensó que seguramente ése tenía que ser Emilio, su hijo mayor, distraído y corto de vista, siempre propenso a los tropiezos.

Les tomó un largo tiempo a Belisario y a su esposa poder adaptarse a ese nuevo paso, menos demandante, de vivir sin los hijos en la casa. Pero igual los veían a menudo y notaban con absoluto placer como se iban haciendo adultos responsables y productivos. Personas buenas y sensibles entregadas a sus respectivas carreras que habían comenzado a construir unas lindas vidas con solidez y carácter.
Muchas veces a Belisario le gustaba debatir con su compañera acerca de las verdaderas razones de su simple y modesto, pero tan gratificante éxito familiar. ¿Era sólo el sacrificio y el esfuerzo dedicado a la empresa? ¿O el amor y las tremendas ganas de la pasión puesta para que el fracaso no fuese siquiera una opción? ¿O quizás, lisa y llanamente, suerte? Nunca lograban ponerse enteramente de acuerdo, pero íntimamente ambos sabían que muy probablemente se tratara de una buena combinación de todos esos factores.
El repentino descubrimiento de su enfermedad, tomó a Belisario por sorpresa pero espiritualmente tranquilo, casi preparado. Lo que más le molestaba era tener que ver sufrir a su esposa y a sus hijos.

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