La adaptación de Kamala y Amala a la civilización fue tan complicada que incluso se llegó a plantear su regreso al bosque.
Los vínculos emocionales entre Amala y Kamala eran imperceptibles, por lo que se llegó a pensar que la loba las había adoptado en momentos diferentes. Sin embargo, un año después de la entrada en un orfanato, Amala murió de disentería; cuando esto sucedió, se le vio a Kamala llorar, y se la tuvo que separar por la fuerza del ataúd de su hermana. Además, las semanas posteriores al fallecimiento de su hermana, Kamala pasó el tiempo en una esquina aullando por las noches.
Sin embargo, desde la muerte de Amala, la socialización de Kamala fue en aumento; se convirtió en un ser más sociable, aprendió a andar por sí misma y aprendió un vocabulario de alrededor de cuarenta palabras monosilábicas. Los progresos de la pequeña hicieron que surgiera la esperanza de la posible socialización de los niños salvajes. Pero Kamala contrajo la fiebre tifoidea y falleció en 1929, dejando abierta la duda de qué hubiera pasado si no hubiera muerto, ya que en ninguno de los niños salvajes anteriormente encontrados se consiguió la completa socialización.
Esta es una historia sin final feliz que poco tiene que ver con el dulce Mowli; en la que la ausencia de civilización desata los instintos más innatos de las personas. Aunque se trate de una peculiar historia, no es, por desgracia, el único caso de niños salvajes.
