Colaboradora y escritora de la Revista Virtual ZK 2.0, me dedico en parte a seleccionar a los escritores y artistas que participarán en cada número. Busco las noticias sobre actualidad, concernientes a fenómenos climatológicos, o cualquier desastre natural que haya ocurrido en el mundo. Pero además tengo escritos poemas, relatos y novela. En mi perfil en qqml y un blog donde vuelco parte de ese material. Pero no hablaré más de mí, ya que para muchos soy “figurita repetida”. Así que les dejo con un relato que por su extensión será repartido en cuatro entregas, claro que si tienen demasiado apuro por enterarse del resto, en www.quieroquemeleas.com, encontrarán las tres partes restantes. Espero que les guste y si no es así, en la zona de COMENTARIOS, tienen para despacharse a gusto. ¡Con mi cariño de siempre!
SOLA, INMÓVIL Y CON “ESO” ACECHANDO I
Como siempre entré al cuarto de los niños, con la ropa planchada, tropezando con los juguetes. No había ni uno solo en su sitio. Abrí con rabia el armario y era otro verdadero caos. Casi como un ritual, empecé mi acostumbrado sermoneo “al aire”. Me hallaba sola en casa, ya que los niños habían salido como exhalación a jugar con los hijos del vecino. Abrí las cajoneras para ir acomodando las prendas conforme su clasificación en ropa interior, camisetas y jerseys. Cuidando de ubicarlas según el lugar asignado a cada uno de sus propietarios. Tengo tres hijos, varones que se llevan tan solo un año cada uno. Por lo que la vida desde el primero, fue tornándose cada vez más agitada. Creo que hemos hecho un buen trabajo en su educación, salvo el pequeño detalle... que tengan ordenado su cuarto. No hay modo... ¡Batalla perdida!
Mientras regañaba a las obsecuentes paredes, iba de un lado a otro de la habitación juntando los juguetes y guardando la ropa, cuando me asaltó una extraña sensación de que era observada, que no estaba sola. Para distraerme, me puse a canturrear una vieja canción de los Bee Gees, mientras acomodaba los calcetines. Un escalofrío me recorrió a lo largo de la columna, me puse en estado de alerta, tensionada. De repente, giré la cabeza hasta lograr ver con el rabillo del ojo hacia donde se hallaba el guardarropa, aún entreabierto. Al no percibir nada extraño, me relajé “Seguro es una tontería”, me convencía a mí misma de que solo eran mis nervios y volví al ataque, recordándome que cuando regresasen a casa los revoltosos, les aplicaría el castigo que se merecían.