
“Poco a poco voy olvidando a las musas, pues ya que me
abandonaron,
al menos, no me van a seguir sumergiendo. Ahora son mis acciones quienes me inspiran”
AKIRA
Acabo de llegar a casa. Ni si quiera he reparado en el correo. Nada de eso. Decidí escribir sobre él. Acabo de verlo, de nuevo, justo antes de llegar.
Era un gato negro, oscuro como el azabache, todo él. Su silueta... magnífica. Su complexión, perfecta. Y su movimiento, nada ondulante, correcto. Sin errores a su paso, ninguno.
Lo curioso es que casi siempre, muchas veces lo veo, me cruzo con él (o más bien), él conmigo, pues es un pequeño rayo latente para mis ojos, rápido, veloz, audaz.
Pero lo más curioso es que siempre lo encuentro "saliendo" del mismo sitio, o dirigiéndose a ese que sólo él sabe y siempre, ¡siempre!, cuando llego a casa (haya sol, luna, o mareas de agua precipitándose). Parecería ilógico y ridículo pensar que me está esperando, siguiendo o acechándome (espero que no), pero más ridículo es considerar (tras leer estas palabras tan egocéntricas por mi parte) el miedo que se les tiene a estos seres, concretamente a los de sus características.