Escritores
Alpana
 
 

Ella le miró, parecía no comprender.
-Mamá... vamos, levanta. Vamos mamá. Vamos a lavarte. Tienes sangre por todas partes.
-Marcos, hijo…
-Venga, vamos al baño.
Un agudo dolor en su abdomen, casi tan cruel y profundo como el dolor del alma, le hizo desistir de su propósito a pesar de la ayuda de su hijo, que trataba con todas sus fuerzas de levantarla. Haciendo todo lo posible por no quejarse consiguió sacar un hilo de voz para susurrarle:
-Mejor vamos a hacer otra cosa, hijo. ¿Sabes en qué cajón están los trapos de la cocina? – Marcos asintió – Bien, pues coge uno y lo mojas bajo el grifo, que quede bien empapado, y me lo traes. Así podré limpiarme.
-¿Te duele mucho?
-Un poco.
-Mejor voy a llamar al médico.
-No hace falta, ve a por el trapo, anda.
-Mamá, ¿por qué te hace esto? ¿Es que ya no te quiere?
-Claro que sí, hijo, nos quiere a los dos, nos quiere mucho. Tú no lo entiendes, no es culpa suya.
-¿Que no? Pero mamá…
- Marcos, haz lo que te he dicho, por favor.
Marcos la miró un segundo antes de obedecer. Se levantó y fue ligero a buscar el trapo. Al pasar frente a la habitación de sus padres vio la sombra en la cama, siniestra, perversa, oliendo de nuevo a infierno. Sintió un escalofrío que le hizo apretar aún más el paso. Encendió la luz de la cocina, abrió el cajón y sacó un trapo grande. Lo puso bajo el chorro del agua y en ese instante lo vio, junto al fregadero, en el escurridor. Prohibido, afilado, macabro, salvador, liberador. Cogió el cuchillo con sus pequeñas manos y entonces, por primera vez, dejó de temer a la sombra.
-Marcos, ¿lo encuentras? – llamó su madre desde el pasillo.
-Sí, ya voy – contestó él.
Marcos entregó el trapo a su madre con una mano mientras escondía la otra detrás de su espalda. Ella comenzó a limpiarse la sangre que le afeaba la cara.
-¿Por qué te hace esto? – volvió a preguntar, mirando a su madre al único ojo que tenía abierto. Ella dejó un momento lo que estaba haciendo y no supo qué contestar durante casi un minuto. Luego dijo:
-Gracias hijo, vuelve a la cama, que mañana tienes colegio.
-Enseguida mamá. Tengo que hacer una cosa antes.
Volvió sobre sus pasos y entró en la habitación donde dormía la sombra. Un frío acerado cruzó sus ojos mientras la oía resoplar, maloliente, monstruosa y podrida.

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