Escritores
Demoonkevin
 
 

Reconoce que, de momento es muy joven y tiene mucho por delante, pero mientras concreta sus sueños, vamos a conocer cómo Kevin se pone en el “pellejo de otros” y nos cuenta sus historias.


CARTA DE DESPEDIDA

Nunca supe si el venir al mundo había sido algo bueno o malo. Han tenido sus pro y sus contras, de “todo un poco”, como diría alguien por ahí. Y es que de los míos, quedo sólo yo por este lugar. Recuerdo aquel día en que me trajeron por primera vez a este lugar, supongo que siempre estuve condenado a estar sólo. Claro que desde mi juventud aprendí a desarrollar la telepatía para al menos hablar con algunos de los que estaban allá por donde salía el Sol, pero raras veces me contestaban.

No olvido las matanzas, cuando a lo lejos los veía a ellos, los del horizonte, mutilados y en parte me sentía afortunado de mi soledad, pero había otras en que deseaba con toda el alma estar en su lugar. Tiene de todo, esto de la soledad. Pasar de temerle a las sombras a ser amigo de ellas, charlar con los espíritus, jugar cartas con los fantasmas de los degollados y de vez en cuando fumar algún puchito si es que me invitaban (¿quién dijo que no me gustaba fumar?).

Lo bueno de todo esto son las historias; claro, todas las anécdotas que siempre he querido contar. He podido ver al tal Halley microscópico ese después de toda la propaganda que le hicieron (y yo decepcionándome al ver un puntito moviéndose en el cielo).He sido el nido de amor que ha dado fruto a varios bebés y estoy seguro que he sido el único que se ha dado cuenta de que aquél 27 de diciembre de hace 30 años la mujer que se recostaba sobre mí y nos rasguñaba a mí y a su amante, estaba fingiendo el orgasmo. He sido jugador de fútbol rechazando el balón cada vez que se quería colar por mi costado cuando los niños venían a jugar conmigo, tal vez apiadándose un poco de mi soledad; y también le he ayudado a algunas palomas a ponerle nombre a sus pichones.

Recuerdo cuando uno de esos niños vino hacia mí emocionado y sacando un cuchillo, escribió en mi corteza mi primera lección de matemáticas que nunca olvidaré: “2x3 =6 :)” y también varios años después cuando el mismo muchacho llegó nuevamente hacia mí con los ojos llorosos y me enseñó poesía: “María te amo como el cielo a la montaña. LC”. He sido testigo de las conversaciones secretas entre el veneno para ratas y el suicida de aquella vez y también he sido el destino del vómito de los tipos que venían hacia mí tambaleándose y cantando canciones tristes y disonantes.

 
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