Escritores
Celi
 
 

Esa noche a eso de las doce estábamos atravesando un bosque espeso y empinado, a las doce y veinte minutos ya nos encontrábamos junto a las vías del tren, éramos cinco, otros cinco estaban escondidos por el bosque vigilando nuestros movimientos desde la distancia y alertas para cualquier imprevisto.

Colocamos las cargas y tuvimos el tiempo justo de saltar dejándonos caer por un terraplén mientras la explosión volvía la noche de un estruendoso color anaranjado.

Vimos surgir los hierros retorcidos en medio de aquella humareda al tiempo que oímos venir el tren, subimos hacia el bosque y desde allí, observamos como aquella enorme máquina que arrastraba tan sólo un par de vagones, descarrilaba sin remedio precipitándose por el terraplén, echando chispas y provocando un ruido mayor aún que el de la explosión que lo había precedido, mientras corríamos desperdigados por el bosque oímos a nuestras espaldas gritos de asombro y de lamentos, continuamos corriendo en medio de la noche, perdidos unos de otros, alejándonos cada uno en una dirección. Corrí hasta que mis fuerzas parecieron abandonarme y entonces me abandoné yo, me quedé tumbado sobre la tierra, mirando el cielo lleno de estrellas en aquella noche sin luna, elegíamos días así para actuar, parecía más fácil desaparecer en plena oscuridad.

Respiraba con dificultad, tumbado boca arriba, mirando aquel cielo que no parecía pertenecer a éste mundo, no sé en qué momento sentí que estaban allí, junto a mí, rodeándome, pude ver sus botas cerca de mi rostro y en el momento que intentaba levantarme noté un golpe, y después otro y otro, no llegué a perder el sentido, supe que me habían cogido. Me llevaron de nuevo a través del bosque, llegamos hasta el convoy descarrilado y me mostraron los cuerpos calcinados unos, heridos de muerte, otros tendidos sobre la grava, me mantenían de píe sujetándome por debajo de los sobacos, me golpeaban de vez en cuando y me obligaban a mirar aquello, no hablaban, me llamó la atención que no hablaran, ni entre ellos ni dirigiéndose a mí.

Cuando me quise dar cuenta estaba en lo alto de la pendiente, sentí un golpe en las piernas que me hizo caer de rodillas después una mano me obligó a bajar la cabeza, cuando mi vista estaba clavada en el suelo pude sentir una pistola pegada a mi nuca, entonces sí hablaron, oí como decían, uno menos, y casi no tuve tiempo de contestar, sí, eso es, uno menos, sólo eso, uno menos, y uno menos no importa, hay muchos más, muchos más, nunca podréis acabar con todos, jamás acabareis con todos, después sonó un disparo que se esparció por el bosque como un aviso, no sabía ya de qué, pero un aviso que sirvió a los demás para ponerse a salvo.
.............................................................
Más obras de Celi: http://www.quieroquemeleas.com/usuarios/celi

 
anterior menu 46 siguiente