Siempre me decían que era tan necesario dormir y ser cuidadosa en mis alimentos. Nunca lo entendí hasta que llego a mi vida la repercusión de esas palabras que ahora me han quitado el aliento.
El último susto fue hace unos días, justo en el trabajo, cuando tuve un súbito desmayo. Que con todas mis fuerzas traté de que no sucediera, pero mi cuerpo necesitaba descanso. Atemorizada abría mis ojos, tratando de no perder el sentido. El miedo de qué me fuera pasar era mucho y mientras yo luchaba, el desmayo ganaba la partida. Fueron más de ocho veces donde imprevistamente perdía el conocimiento, con la falta de oxigeno, visión borrosa y calambres en mis manos.
Mis compañeras asustadas me decían, ¿qué hacemos? Sólo tomen mi teléfono y hablen con mi amiga (con voz entrecortada alcanzaba a decirles). También hice que llamaran a mi madre.
Después pedía con urgencia agua, y aunque quería hablar fuerte, mis fuerzas no me lo permitían, casi no podía pronunciar palabra. Al final, viendo que no mejoraba, decidieron llamar a La Cruz Roja. Al rato, a lo lejos se alcanzó a escuchar el sonido de la sirena. Ya venían y eso me resultó en un alivio, debido a lo que me sentía. Fueron unos minutos tan largos que parecieran días,
Fui trasladada a la ambulancia en una camilla. ¡Qué maravilla! Por fin me podía relajar, ahora al menos, dejaría de luchar entre irme o no irme de la lucidez.
Pero la situación no era buena y la desesperación se apoderaba de mí. Como entre sueños escuché hablar entre el personal de la ambulancia, acerca de si me canalizaban... Entonces Detuvieron la ambulancia y se pusieron a la labor. El paramédico me advirtió que sentiría un piquete. Yo solo dije, qué más da... si no me sentía en vida, un piquete no era nada. Continuamos camino mientras me auscultaban y repentinamente un pinchazo en el dedo. Entre los informes que se pasaban logré oír: 40 de azúcar. Tras lo cual me indicó: ”escuche” le pondré algo para que se ponga mejor. Llegue al hospital, me pasaron a la camilla, miraron mis signos de nuevo, ya los tenía más estables, pero tenía mis ojos rojizos y un poco de fiebre y seguía sin poderme mover totalmente.
Pase ese día y al día siguiente me pasaron a observación total y algunas pruebas donde me dirían el por qué se había bajado el azúcar; la razón de que se baje el azúcar es más delicada que una azúcar alta. Después supe investigando en el internet que debajo de 39 se puede entrar en coma, además de provocarse un infarto. Me angustié profundamente, por desconocer lo que esa situación pudo haber desencadenado. Pasaron cuatro días. Días con suero, análisis y desfile de médicos.