El autor Miguel García Quetglas, es español, arquitecto y sobre todo observador.
Español, no sólo porque vino al mundo en Madrid; también porque a pesar de la reiterada mala suerte que éste país ha tenido históricamente con sus dirigentes, cree que esa malhadada idiosincrasia ha sido compensada con creces por la extraordinaria capacidad para sobrevivir de sus ciudadanos y desde que era muy joven se siente exactamente así; un español superviviente.
Arquitecto, por una cierta capacidad para imaginar y construir aunque en los últimos tiempos se haya dedicado a otros quehaceres con la disculpa de que había demasiada gente en el negocio ese del “ladrillazo”. Ínterin que aprovechó para regentar un chiringuito en una playa de Uruguay y posteriormente dedicarse al comercio de la pesca en varios países de África con un resultado esperanzador en ambos casos que él resume en los dos primeros versos de un soneto escrito por un amigo suyo que parecen perseguirle desde que se acuerda:
“Enorgullécete de tu fracaso, que sugiere lo limpio de la empresa”
Y sobre todo observador, porque desde que se enteró de dónde estaba no ha dejado de contemplar el mundo y preguntarse constantemente el “porqué” de algunas cosas. ¿Por qué la palabra “carta” sirve para referirse a un “papel escrito, y ordinariamente cerrado que una persona envía a otra para comunicarse con ella” y también “designa a cada una de las cartulinas, también llamadas naipes, que componen una baraja”? ¿Por qué la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica siendo las dos aparentemente “ciertas” son contradictorias? ¿Por qué se han destruido tantos libros a lo largo de la historia?
Estas preguntas y algunas más le llevaron a empezar a escribir, hace ya más de veinticinco años, una especie de manual de instrucciones para utilizar un programa mítico conocido por algunos visionarios como el Programa de Vuelos.
Lo verdaderamente extraño es que por aquel entonces la informática estaba todavía en pañales y los ordenadores casi no servían para nada, por lo que tuvo que armarse de paciencia y sentarse a esperar a que los científicos del ramo se dignaran a desarrollar todo lo necesario para ultimar su extraño manual; a saber: Internet o mejor dicho, la red; la computación cuántica y una extraordinaria metateoría física vulgarmente conocida como de “los universos múltiples”.