la muerte busca la acentuación en tu palabra semiabierta,
y la noche fabrica sueños de arlequín
para aquellos que no se han dado cuenta que están vivos.
Cuánto trabajo tiene la vida y todavía insiste,
cuánto han llorado las manos amarillas, negras, blancas,
trigueñas, mestizas, transparentes,
sobre la tierra marrón que reverdece.
Baja lenta la piel hasta cubrirte,
se hacen pájaros mi aliento, por las cuerdas de tu silencio,
en el himno de tu boca que se asemeja al día nuevo,
cuando en las estrofas
se arranquen renglón por renglón la incertidumbre,
dé, si Dios encontró su causa en los soplos
o si tu mar encontró sus mares en mis arenas.
LOS BOSTEZOS DE LA OSCURIDAD
Me regalaste dos orgasmos
y me ahogué de vida después,
caminamos sobre el aullido brioso de un tren en celo,
que nacía y moría como un bostezo.
La mirada exhausta, relajada, sin más,
quedó colgada en una fotografía blanco y negro
de inmigrantes que nos dejaron más que su sangre.
No es culpa de nadie, sólo mía,
por no despertarme justo a tiempo ¿Pero cuándo es el tiempo?,
si ni siquiera tuve la oportunidad de no creer.
Y ahora, si se me antoja, ¿cómo hago para pensar en nada?
No existe una creación, no hay un principio,
es solo unas caricias sobre su espalda,
llenamos nuestras bocas de besos en evolución,
nuestros dedos se colmaron de gladiolos,
la necesidad de existir nos convirtió en uno.