Déjame seguir en mi estúpida ignorancia
Estoy en un mundo raro y debo acostumbrarme
al lenguaje rebuscado que usan pero no lo comparto.
Para algunos "Escritores", solo los instruidos
sienten y piensan; viven y saben, porque viven.
Los demás estamos siempre en la penumbra, no tenemos
derecho a un lugar, menos a cierto grado de comprensión.
No soy una lumbrera, pero algo he aprendido.
Replico con el fastidio de poseer la clave de las
palabras, sin tener la oportunidad de definirlas en la
versión exacta de su significado y atuendo de títeres.
Circundantes, en la ronda de palabras eternamente iguales.
El mismo lenguaje lo demuestra, ya que su esencia es tan simple
como al principio y solo ha crecido por el oficio vicioso de
explicaciones complejas, que germinaron en la fecundidad de los
sinónimos y entrando al campo de lo innecesario que es explicar
lo existente y lo real. El auténtico creador desdeña la técnica
entendida como un fin y no como un medio.
El poeta no cumple su palabra si no cambia el nombre de las cosas.
Por supuesto, habrá siempre los que pidan la técnica, que pidan el
Cómo, mientras que otros, de naturaleza más curiosa, nos preguntamos
El por qué.
Personalmente he preferido la inspiración a la información.
Desde entonces me he confinado al campo de mi propia imaginación.
Ha sido la actitud más decisiva y sana de mi vida, mi mundo de
Imaginero creció al alcance de mis recursos, en palabras que son
como descubrimientos de las cosas más simples y más hermosas.
Como cuando hablo del sol, de su camino y de su atardecer moribundo
y diario, expresiones ricas en contenido sobre un espectáculo cotidiano.
Puedo decir, que he descubierto un lenguaje propio del sol, tan reverente
como el rito deslumbrado y respetuoso de los indígenas, tan sólido como
el de un libro de astronomía y menos cansado, pues me apoyo en imágenes
de relaciones sencillas, en deseos peregrinos de nacer por primera vez
ante un mundo deshabitado y ser descubridor de asombros, de esa gracia
infantil de vivir recogiendo los actos más nobles del ser humano.
Los mitos de respirar, correr y crecer como efluvio de sangre con sentido.
No espero, ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple poema, o
relato que escribo; loco estaría si lo esperara cuando mis sentidos
rechazan su propia evidencia.