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Escritores
ZeltiaG
 
 

Pero lo cierto es que siempre discutíamos acerca de que la casa se parecía a las de las películas de fantasmas. Que debíamos reformarla, dándole un toque más moderno. Aunque eso en realidad nada tenía que ver con lo que me pasó. Eso era lo que yo creía.

Tanto como pude giré mi cabeza a ver qué le pasaba al pequeño Ricky. Estaba llorando.

—Ven con mami, mi pequeñín. ¿Por qué lloras? ¿Dime qué tienes ahí?
—¡Es mi Clawny, está roto! —Me extendía su marioneta, al tiempo que lloraba angustiado—. Ahhhh ¡Arréglalo mamii! ¿¿Podrás??
—¡Deja a tu madre, que no está para arreglar al mamotreto ese! —Agregó con impaciencia Robert.
—¡Déjalo en paz! —Le regañé—. ¿No ves que se le ha roto su payaso favorito?  No le hagas llorar más. —Y dirigiéndome a mi niño, le dije—: bueno, vamos a ver, aquí poco es lo que puedo hacer pero haré lo posible por arreglarlo.  Además ya somos viejos conocidos, ¿verdad Clowny? ¿No es cierto que me quieres un mogollón?

Haciendo que le hablaba al bodoque, miré a mi desconsolado hijo de reojo, viendo que sonreía con su carita congestionada de llanto. ¡Con qué facilidad se le devuelve la sonrisa a un niño! Pero lo cierto ahora que lo veía de cerca... ¡Qué horrible era ese monigote! Estaba sucio, roto y con ese aspecto de “contrahecho” definitivamente: un adefesio. Y todo se lo debíamos de agradecer a mi querido cuñado.  Un solterón con mucho dinero, pero pocas luces a la hora de comprarle un regalo a un niño. Un día se nos apareció en casa con semejante esperpento. Según él, le había costado un ojo de la cara. Era una marioneta de madera, un trabajo artesanal de los antiguos. Lo había comprado en una feria de anticuarios y como a mi pequeño le encantan los payasos, se lo trajo. No habían pasado ni dos días que ya le había arrancado una pierna y le había perdido la sección del muslo. Estuvo llorando a mares, hasta que me decidí. Cogí herramientas y le quité la otra pierna, le saqué el otro muslo y le volví a poner las piernas. Trabajo terminado y la marioneta volvía a tener sus piernas ¡Pero la mitad de cortas! Mi hijo feliz que su Clowny no estaba cojo y yo reí un par de semanas viendo al “paticorto” ridículo con esos brazos largos. Era una especie de cruza de ET con orangután, vestido de payaso. Pero su cara era la versión maléfica de Ronald McDonald.

Una vez más, mamá debía hacer milagros con “Clowny”. Aunque estaba más para alimentar el fuego de la caldera.  Reí maliciosamente.

Entonces repentinamente, escuché ese tintineo. Parecía llegar desde todas partes...

—¿¿QUÉ ES ESO?? ¿NO HAN ESCUCHADO ESE TINTINEO? —Como una loca, comencé a preguntar a los gritos—. ¿Acaso soy la única que lo escucha?

 
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