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ZeltiaG
 
 

—¿Qué te pasa? —Preguntó con desesperación mi esposo que se levantó asustado y los niños me rodearon—. ¡Llamaré al médico! —Dijo resuelto.
—¡NO, no! ¡Está bien! La última vez me sedaron, ¡no quiero pasar por eso de nuevo! Estoy bien.

Mi hijo se acerca a mí y me pone en las manos un trozo de tela roja de seda y una cinta roja con tres cascabeles.

—¡Clowny! —Ricky, el más pequeño me dijo mirándome a los ojos—. Los perdió Clowny y quiere que se los pongas.
—¿De dónde has sacado estos cascabeles y este trozo de tela? —Le pregunté con impaciencia-
—Los encontré yo mientras limpiaba el sótano. Estaba regado de vidrios y al barrer, encontré los cascabeles y la tela roja. Quería preguntarte antes de tirarlos.

Se abrió la puerta de la habitación, la enfermera con su sonora voz sacó casi corriendo a  mi familia, que apenas pudieron saludarme con las manos,  mientras  me anunciaba que debía cambiarme de postura y darme el antibiótico. Cogió el payaso y se lo dio a mi hijo. Éste vino corriendo, me tiró un besito y me dejó el payaso sobre las piernas.

—¡Chau Mami, mañana te traeré tu cesta de la costura! —Me saludó con su manita y risueñamente, salió del cuarto.
—¡Mami le arreglará su payaso!  —Le dije sonriendo a la enfermera, que se quedó mirándolo casi con asco—. Sí, ya lo sé, está más para el contenedor. Pero, ¿quién consuela al niño?

La mujer se rió, cogió al bodoque y lo puso en la mesilla de comer, justo frente ala cama. En mi mano aún conservaba el trozo de tela y los cascabeles.

Una vez que la enfermera acabó su trabajo, otra vez con mi cabeza inmóvil, quedó suspendida con las poleas. Así debía pasar varias horas al día. Me puse a mirar la televisión y poco a poco, me estaba adormilando.  No sé por cuánto tiempo estuve durmiendo, cuando un ruido y un sacudón me despertaron.

Estaba mi cama moviéndose. Mi cabeza estaba suspendida, pero mi espalda quedaba ahora en el aire. Era desesperante.  Con sorpresa empecé a ver mis piernas que iban subiéndose solas. Quería gritar, pero las pesas de la tracción ahora sostenían mi cuerpo en el aire tan solo sujetándose de una cincha a mi barbilla, así que me costaba hablar ya que no podía casi abrir la boca.

 
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