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Demoonkevin
 
 

Siento una extraña mezcla de resignación y a la vez curiosidad hasta salir del callejón; ya no importa la panadería ni el jamón, ni el pan, ni el café. Regreso la mirada, allí está, mirándome. Volteo hacia mi camino y me aferro a un bastón imaginario para no caer desmayado ¿Qué habrá más allá de la mitad del callejón? Un parque, dirá él; una panadería, diré yo. Nada más. Nada. El mundo acaba allí. Vuelvo a leer el titular del periódico: “Día cualquiera”, dice. Por primera vez la prensa ha escrito algo cierto, regreso a mi casa.

INMORTALES

—Hay gente que es inmortal —me dice—.  No ese florito de que se queda en la memoria de los demás por bla bla bla y que sus ideales y bla bla bla y la sociedad y bla bla bla. No. Me refiero a que hay gente que de verdad es inmortal, que no muere.

Me pierdo por un momento en la voz ronca que suena en la rockola. Vuelvo a escucharle.

—Gente que no es ni como tú ni como yo, que al final terminamos siendo comida de gusanos escuálidos. No. Es gente que nunca muere, y yo he visto varias y seguro que tú también –Le doy un sorbo a mi vaso de cerveza. Eructo.
—No creo haber visto alguno —le respondo—, todos son normales, como tú o como yo.
Me mira, se estruja el ojo derecho con la mano izquierda.
—No seas cojudo, pues, ¿no te das cuenta de que fingen ser normales para que no nos demos cuenta? –dice.

Me vuelvo a perder en esa voz ronca que canta y que parece arañarme placenteramente los oídos. Sigue hablando. No suelo tomarle mucha atención cuando estamos ebrios.

—Sí, y andan por ahí, entre nosotros –insiste-, y son fáciles de reconocer. Hay algo que los delata, que delata su inmortalidad.

Me quedo callado por un momento, viendo la mitad de la botella que aún nos falta beber.

—Ah, ¿sí? ¿Qué cosa? –le pregunto, desganado.

Hace rato que vendí a mi amigo por cuatro minutos de Summertime. Le da una calada al cigarro y finge aclarar la vista; sus ojos lucen rojos y perdidos, definitivamente, mejor que los míos. Le da un trago a su vaso de cerveza. Eructa. Se aclara la voz, observa al tipo que destapa las botellas pasando por nuestro costado y me dice:

—Mira, ahí va uno.

 
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