¡Qué dolor por Dios! ¿Dónde está la mujer fuerte que sabías ser? ¿Dónde está tu congruencia de mujer? ¿En dónde quedaban las enseñanzas de la vida como profesionista? ¿Y las técnicas aplicadas... y esos Cds de cómo ayudar a conducir la vida de un adolescente?
Fue tan grande mi dolor, que no dormí esa noche. Me levanté con los ojos hinchados, no sabía qué decirle. Quería correr a su lado, abrazarla muy fuerte y que me sintiera, tanto que no se le olvidara que tenía una mamá. Acariciar su cara para que sintiera mi emoción de tenerla junto a mí.
En ese momento, olvidé mis sueños (estaba olvidando ser mujer). Odiaba mi trabajo, ese que me quitaba el tiempo para estar con ella. Le tenía coraje a la ciudad donde me encontraba, porque la delincuencia era otro factor por el que ella se había ido. ¿A quién más podía culpar de nuevo? ¡A MÍ!… ¡Tonta de mí..., tonta de mí! ¿Por qué antes de casarme y decidir tener hijos no pensé en que fuera alguien congruente y responsable? Agarre el teléfono de nuevo, tomé aire y le llamé...
-¿Hola hija como estás ahora? ¿Quieres que hablemos? Veamos las cosas bellas de la vida, no quiero escucharte así de esa manera. Dime, ¿todo esto fue por causa del paseo que no te dejé ir?
No te deje ir porque primero está la escuela.
-¡Sí mamá! Si hubiera tenido el carro, hubiera alcanzado ir a la escuela el viernes. Si papá hubiera estado al pendiente de nosotras, no estarías tan cansada y podrías estar más tiempo con nosotras. ¡A toda esta vida no le tengo que agradecer nada! ...
y seguía llorando un día más. Piensa que le tienes que decir a tu hija para que entienda que la vida es bella. ¡Piensa!
Sólo se me ocurría decirle: “¡Ya, por Dios, Melly! ¡Deja de sufrir, acepta la vida y dale gracias a Dios que estemos bien, vamos a ver la enseñanza de todo esto! Pero cuando abría mis labios, las palabras fueron:
-Hija…, soy tu mamá, pero tu mamá tiene muchos errores. Esta madre te quiere con toda su alma y se da cuenta que le haces mucha falta, más que a nadie por eso vente y deja todo. Quiero tenerte cerca y feliz, quiero ver tu sonrisa, ya veremos cómo sigue la vida.
-¡No mamá! Ya estuve pasando todo esto por tres años. No pararé hasta que salga de aquí.
Por supuesto, me parecía justo, pero el dolor de madre no lo podía evitar. Sólo deseaba abrazarla.