Desde la primera escena nos presentan un intercambio de actitudes entre el padre y la madre. Antes, quizás no hace mucho tiempo, el padre era el estricto, el serio, el malo de la película. Ahora, Phil solo es un niño más que quiere ser el colega de sus hijos y que se sabe las canciones de High School Musical (el año que viene se aprenderá las de Glee, seguro), mientras que Claire, la madre, ha sido la que ha tenido que tomar el papel de mala en lugar del de mamá cariñosa. Los hijos, tampoco son tradicionales, tenemos a la hija mediana que es más madura que sus propios padres y la hija adolescente que vive en otro mundo entre mensajes de texto y videoconferencias con su novio (bueno, el hijo pequeño es el hijo tonto de toda la vida).

En la familia de Mitchell y Cameron se nos presenta una familia prácticamente desconocida, ya que la aceptación en la sociedad de las personas homosexuales es algo que aún es difícil de tratar. En ellos vemos que si aparecen los roles de los padres tradicionales. Por un lado tenemos a Mitchell, abogado, serio, y por otro tenemos a Cameron... la reina del drama, que parece que ha engordado desde que decidieron adoptar a un bebé (biológicamente puede ser cierto).

Finalmente, tenemos la familia de Al Bundy, digo de Jay, con su nueva esposa Gloria y el hijo de esta, Manny. Jay, quizás de repente se encuentra con una casa medio llena de decoración típica de Colombia y una familia en la cual tiene dos yernos aún teniendo un hijo y una hija. Eso Al Bundy nunca lo hubiera imaginado.

Pero como concluye en el final del primer episodio, una familia no tiene que ser tradicional ni tener unos patrones. Una familia, al fin y al cabo, es un grupo de gente que se quiere, y eso los une a todos.

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